Hay varios escenarios de futuro para las administraciones públicas. Todos son posibles y cada país puede seguir su propio modelo aunque es probable que dada la lógica mimética institucional de carácter mundial un solo modelo se convierta en el mayoritario. Hay cuatro modelos alternativos que pueden marcar el futuro de la Administración pública:
- Modelo estable de mejoras incrementales y de una paulatina reducción de su peso
- Modelo fallido
- Modelo en red de gobernanza dominado por el sector privado
- Modelo en red de metagobernanza (dominado por el ámbito público en el que las instituciones públicas asumen el rol de metagobernador) de elevada institucionalización e innovación
Por una parte, el escenario más probable es que puede haber un modelo continuista de Administración: un modelo estable de mejoras incrementales cualitativas y de una paulatina reducción cuantitativa de su peso organizativo. Este modelo conservador puede perdurar durante algún tiempo pero a muy largo plazo va a desembocar o bien en un modelo fallido o en un sistema de gobernanza dominado por el sector privado. Un segundo modelo podría ser el sistema público de quiebra radical en el cual se produce una casi total ocupación de su espacio por parte de los actores privados. Un tercer modelo se podría denominar como de red de gobernanza con una orientación privada: la articulación de una red de instituciones públicas y de privadas con ánimo y sin ánimo de lucro en la que éstas últimas adquieran cada vez un mayor espacio y relevancia no solo en la prestación de servicios sino también en la gobernanza del sistema. Finalmente, un cuarto modelo podría ser el de gobernanza con una orientación claramente pública, ejerciendo la Administración pública las funciones de metagobernador. Considero que este cuarto modelo es el más conveniente para el futuro pero hay que empezar a diseñarlo a partir de ahora mismo, sin más dilaciones, ya que si no tienen muchas posibilidades de prosperar los tres escenarios y modelos anteriores. Las dos variables conceptuales que, a mi entender debería regirse la Administración pública del futuro son los siguientes:
- La Administración pública será tan necesaria (o más) que ahora: Los problemas de carácter económico, sociales, de población, medioambientales, de seguridad y de conflictos violentos no parece que vayan a disminuir en los próximos años sino a mantener su presencia y a incrementar su complejidad de una manera notable. Hoy en día está de moda en algunos círculos académicos una visión optimista que considera que hay que ir “empoderando” a la sociedad civil para que ésta sea cada vez más capaz de autoregularse de forma satisfactoria y de autoproveerse de los servicios más esenciales. Siguiendo esta lógica, las instituciones públicas cada vez van a ser más innecesarias en su papel de intermediación entre los ciudadanos y su deseo de confort social. Este escenario podría ser posible a nivel local y a una escala diminuta pero lo considero poco viable a nivel global e, incluso, a la hora de resolver los complejos problemas vinculados a las grandes ciudades o áreas metropolitanas. Además, esta visión es casi utópica si atendemos a que las personas y sus lógicas colectivas no maduran al mismo ritmo que los retos a los que nos enfrentamos. Las personas, en su mayoría, siguen y seguirán dominadas por las pasiones e impulsadas por resortes egoístas (e incluso violentos) contrarios a las lógicas del bien colectivo y del interés general. De esta manera, seguirán siendo imprescindibles unas instituciones públicas que defiendan, regulen y gestionen el bien común y el interés general bajo las más refinadas lógicas de legitimidad democrática. Es importante que los sistemas democráticos vayan logrando unos diseños más sofisticados de participación y de legitimidad social ya que sino en el futuro se pueden alumbrar sistemas autocráticos de tipo paternalista y tecnológico tal y como vaticinan buena parte de las novelas de ciencia ficción. Pero este es un tema de discusión de otro ámbito más sustantivo y relevante. En este punto no hay que perder de vista que las instituciones públicas no solo aportan, de forma directa o indirecta, servicios públicos sino que su primera gran función es proveer a la sociedad de seguridad jurídica para fomentar el desarrollo económico y, con el mismo, el desarrollo humano y la felicidad a los ciudadanos. Los distintos actores sociales, desvinculados de las instituciones públicas, tienen muy difícil poder proveer a la sociedad de seguridad jurídica.
- Una Administración esencialmente reguladora: la regulación va a ser la principal política pública a impulsar por las instituciones a nivel internacional y a nivel local (y en una fase de transición también a nivel estatal). Regulación económica, regulación de nuevos derechos, regulación de nuevos sistemas políticos de participación, regulación de la prestación de servicios públicos (función de metagobernador en un sistema de prestación pública en red), regulación de los diversos ámbitos de convivencia y ordenación del territorio a nivel global. En el futuro, cada vez más la calidad de la regulación va a tener una correlación directa con el buen gobierno y con el bienestar social.