Volvamos a los clásicos para entender la actualidad. Fernando Pessoa, el escritor portugués más significado del siglo XX, escribió a principios de los años 20 una novela corta que tituló con el sugerente sintagma con el que encabezo estas líneas: El banquero anarquista. Pessoa, escritor inteligente que gustaba de las paradojas, nos muestra los razonamientos de un potentado financiero que se reconocía asimismo como el más auténtico de los anarquistas. Su interlocutor, sorprendido, le cuestionaba cómo era posible ser libertario al tiempo que capitalista salvaje. El banquero, le explica a lo largo de la obra su evolución personal desde los postulados idealistas de su juventud revolucionaria hasta la verdadera liberación que había conseguido con su fortuna. Respondía: “¿Cómo subyugar el dinero y a la tiranía del dinero? Consiguiendo liberarme de su influencia, de su fuerza. ¿Cómo sustraerse a su influencia y tiranía no evitando su encuentro? El proceso, pues, sólo dejaba una salida: adquirirlo, adquirirlo en cantidades bastantes como para no sentir ya su influencia, y en cuanto más ganase, más libre quedaría de su preponderancia”. El dinero como puerta a la libertad. Nuestra sociedad católica siempre desconfió del dinero. “Niño, de dinero no se habla” nos educaban de pequeños. Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico se salve, nos enseña el evangelio. Pessoa, por el contrario, nos advierte del trampolín de liberación que supone la riqueza para sentenciar: “Nunca debe envidiarse la riqueza excepto de manera platónica; la riqueza es libertad. El dinero es bueno porque significa liberación”. Se puede decir más alto, pero no más claro. Leerlo aún nos escuece, porque seguimos almibarados al modo pequeñoburgués. ¿Tuvo imitadores nuestro buen banquero anarquista, o cayeron en saco roto sus enseñanzas? Contrastemos sus principios con los de la banca actual por si encontramos algún parecido.
El banquero anarquista se diferenciaba de sus correligionarios de barricada y huelga: “ellos son sólo anarquistas teóricos y yo lo soy teórico y práctico; ellos son sólo anarquistas místicos, yo lo soy científico; ellos son anarquistas que se agachan, y yo un anarquista que combate y libera…” Ellos siguen esclavizados – le faltó decir – y yo soy libre. Hago lo que quiero sin atenerme a leyes ni condicionantes. ¿Serán anarquistas al modo de Pessoa algunas de las grandes entidades financieras del mundo, que parecen atar y desatar sin grandes responsabilidades?
Y como buen anarquista, nuestro banquero desconfiaba de los comunistas. Así, el banquero anarquista, con meridiana clarividencia pronosticó por aquel entonces que igual que la Revolución francesa derivó en el despotismo militar de Napoleón, de la revolución rusa derivaría un horror que retardaría una buena cantidad de décadas la consumación de la sociedad libertaria. Tuvo razón. Los banqueros actuales también gustan de realizar pronósticos, alguno de los cuales (pocos) incluso se cumplen. ¿Otro síntoma de su anarquismo ancestral?
Pessoa no fue para nada políticamente correcto. Hería con su ironía y desestabilizaba con sus ficciones contrapuestas: “Si odio algo – escribía – es a un progresista. Un progresista es un hombre que ve los males superficiales del mundo y se propone curarlos agravando los fundamentales”. El alma de Pessoa, sin duda, tenía el irredento aroma de los anarquistas provocadores y auténticos, y nos enseñó a localizar a sus congéneres, los verdaderos anarquistas. Sus enseñanzas siguen siendo válidas ahora, casi un siglo después. ¿Dónde podemos encontrarlos? No los busque en los grupúsculos marginales. Si quiere descubrir a los auténticos, mire hacia las alturas financieras. Quizá ahí se encuentre a los verdaderos libertarios, lo únicos hombres realmente libres.
Mientras tanto, siga usted pagando su hipoteca y lea a Pessoa, por si las moscas.
¡ Angela María, Don Emilio lider de la CNT !.
Lo de Pessoa era anarquismo individual, lejos del anarquismo social que es más tedioso, más comprometido y fundamentalmente más lento.
Creo que hay que contextualizar a Pessoa en el sentido del comentario anterior, ya que éste puede ser catalogado como un anarquista individualista o un vitalista, en la línea de Henry Miller, Lawrence Durrel o D.H. Lawrence; aplicarlo a la economía actual para justificar según qué es desconocer los fines de la literatura, y en particular de SU literatura.
Me parece Guido que lo tuyo es suinpo, el que pone los dolarios de las compras y gastos en el exterior es el Gobierno a cambio de los pesos con los que pagas en la ventanilla de tu banco.Y Gerardo, sin cuenta Google no es posible contestar al Escriba, pero si es conveniente que aproveche la llegada para decirlo, porque hay muchos como Guido que no lo han usado y hablan por lo que le cuentan infames que lo que no quieren es documentar sus gastos porque este1n permanentemente evadiendo impuestos.Como yo hago uso habitual de esas facilidades, puedo dar fe que existen y que he usado por comodidad varios de esos modos de operacif3n, lo que no es honesto es tratar de ocultar que no se utiliza para no quedar en evidencia ante AFIP.Nosotros somos Ella, abrazos
En la tesis un tanto cínica de Pessoa, se deja de lado una cuestión importante a mi juicio, y es que para conseguir acaparar una fortuna considerable que te permita ciertas cosas, generalmente tienes que renunciar a otras muchas y tragar mucha basura de manera forzosa. Lo cual es poco libertario, pues hay que pasar por toda una serie de grilletes sociales y esclavitudes varias.
Posiblemente los grandes banqueros tienen que acatar y participar en aspectos repugnantes de la vida social y no se pueden comportar de manera libre, honrada, inocente y desprejuiciada, defendiendo públicamente lo que practican en privado ( liberación sexual, pongamos por caso).
Dudo que los grandes banqueros tengan la suprema libertad de comportarse sincera y decentemente, cuando caen en la prisión de algo ajeno y externo a sí mismos (el dinero) que aliena y comporta servidumbres.
Mucha gente olvida, en fin, que cuando posees algo, también puedes ser poseído por ello.