El espionaje y la geología en la Administración local

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Al leer el epígrafe de esta colaboración más de uno se preguntará algo parecido a aquello de qué tiene que ver la velocidad con el tocino. El propósito de la presente es demostrar, al menos en el campo de la Administración Local, que el espionaje sí que tiene que ver, y mucho, con la geología.Siendo quien practica el espionaje un espía, una de las acepciones del Diccionario de la Real academia Española del término “espía” define a éste como la persona que con disimulo y secreto observa o escucha lo que pasa, para comunicarlo a quien tiene interés en saberlo. Para dar una idea de la importante presencia de esta especie en las entidades locales basta con hacer una prueba muy sencilla. Solamente con hablar bien o mal de un tercero, observaremos que, por poco tiempo que haya transcurrido, cuando veamos a ese tercero  nos dirigirá una amable sonrisa o un gesto hosco respectivamente.

No hay que confundir al espía con el mero cotilla, ya que éste se mueve únicamente por su propio “ansia de conocimiento”, salvo que pertenezca a la subespecie de los chismosos, si bien único fin de éstos es el chisme en sí mismo, mientras que el espía trabaja siempre para otros bajo alguna forma de “sueldo” o como contraprestación de favores recibidos. Ya desde el principio de estar en una entidad local se va adquiriendo la sensación de que hay más espías entre el personal que los que uno se encuentra en un país neutral durante una guerra mundial

Aunque los espías pueden trabajar para personas ajenas al mundo político, el caso más frecuente es este último. Dentro de este contexto cuando los espías trabajan para el equipo de gobierno funcionan como unos auténticos servicios secretos en toda regla. En ocasiones es difícil descubrirlos porque suelen ser ellos  los que propician las conversaciones con críticas hacia el gobierno para ver si “picamos” y nos explayamos y así pueden dar la oportuna cuenta. Cuando los espías trabajan para la oposición, su descubrimiento puede también presentar dificultades, ya que nos asaltará la duda de si las posibles trabas que pueda poner al trabajo normal se deben al celo profesional o a su tarea, que en este caso se une a la de saboteador, sin perjuicio de que antes de terminar la reunión de trabajo la oposición ya sabrá todo lo que se haya “cocido” en la misma.

Dicho lo que se acaba de exponer, pasemos a ocuparnos de la Geología y, más concretamente de la Estratigrafía, pues ésta es la rama de la Geología que trata del estudio e interpretación de las rocas sedimentarias estratificadas ( []Weller, J. M. (1960). Stratigraphic principles and practice. Nueva York: Harper and Brothers, p. 725) Dentro de este contexto, los estratos se forman típicamente como capas horizontales de espesor uniforme, limitadas por superficies de estratificación, que son interfases más o menos nítidas respecto el estrato más joven (situado encima) y el más viejo (debajo).

Aplicando esto a las entidades locales, cualquiera puede notar tras un breve tiempo de fina observación –aunque a veces se puede tardar años en la identificación completa – que las personas que “colocó” Don Fulano o Don Mengano, o el Partido A o el B, están estratificadas según la franja cronológica en que cada uno de éstos dispuso del poder fáctico necesario para enchufar a “los suyos”. El número de personas que haya dentro de estos “estratos” aumentará en la medida en que en la entidad en cuestión se hayan llevado peores prácticas y actitudes en los procesos de selección del personal.

Dejando aparte comportamientos camaleónicos y agentes dobles, los sujetos de que nos ocupamos espiarán para uno u otro lado según quién les “metió”, pues esa corruptela en la selección es el inicio de la más perruna de las fidelidades, bien hacia el partido en cuestión, bien hacia el alto funcionario o el miembro del órgano selectivo “benefactores”. Y una de las contraprestaciones, no por canallescas menos lógicas, consiste en tener bien informados a éstos, pues nadie da duros a peseta.

Así pues, dependiendo de la época correspondiente al “estrato” en que “superaron” las pruebas de ingreso, el sujeto en cuestión ejercerá su tarea a favor de aquella persona física o jurídica que posibilitó su ingreso. De aquí la relación del espionaje con la estratigrafía y por ende con la geología.

En consecuencia, estas lacras estratificadas por épocas se seguirán generando en tanto no haya en la selección del personal el rigor necesario y mientras no prevalezca en la función pública el número de los que tengan como única finalidad el interés general y público. Me consta que en algunas entidades se está cerca de ello, pero pesan mucho más en la balanza las que no. Un paso importante ha podido ser la composición netamente profesional de los órganos de selección, pero hay que tener en cuenta que algunos funcionarios no tienen nada que envidiar de las “virtudes” de que suelen hacer gala los políticos, a su vez salvo honrosas excepciones.

Y por otra parte la expuesta no es la única especie de espías en la Administración Local sino solamente una de las muchas que hay, pues son tantas que su mera descripción ocuparía lo mismo que un tratado de entomología. Ni tampoco la “gratitud a la colocación” es la única motivación que tienen. En todo caso doy dos consejos: “en boca cerrada no entran moscas” y “por la boca muere el pez”.

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