¿Echarse al monte?

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Hay quien sabe ver las oportunidades. Frente a la tendencia de girar la noria de la crisis en el mismo sentido, hay quien mira un poco más allá del cordel del convencionalismo que ata nuestro torpe comportamiento. Además de las ciudades con sus paredes de cemento, además de grandes obras de infraestructuras para seguir desarrollando las mismas zonas, es posible ver pequeños pueblos, sus campos, sus montes y sus bosques. Debería preocupar mucho a los responsables políticos la zona rural, su despoblación y la desatención de tantas hectáreas de bosques y baldíos. Resulta dramática esa situación de desamparo.Por suerte, hay quien sabe ver -como digo- las oportunidades. Me cuentan vecinos de la provincia de Soria cómo están consiguiendo rentables aprovechamientos en montes pro-indiviso y vecinales en mano común. Es complejo y difícil el trabajo para localizar a descendientes de antiguos vecinos del pueblo que quieran colaborar en el proyecto. Sin embargo, la Asociación forestal de Soria ha conseguido impulsar esos “montesdesocios”, crear ya algunas juntas gestoras y empezar a organizar diversas explotaciones productivas. No sólo los aprovechamientos madereros, muy rentables, sino también otros muchos como los derivados de los frutos del bosque, el aprovechamiento micológico, así como también turísticos con sus rutas de senderismo… No faltan, además, otros ingresos como el que proporciona algún molino de viento para producción eléctrica. Montes que dan vida a los vecinos; montes animados de manera distinta al que nos divirtió en la obra de Wenceslao Fernández Florez.

Y, a la vez, montes cuidados. Bosques que se salvan de las plagas o que resultan más difíciles de devastar por los incendios.

De estos vecinos sensatos (que no necesitan ser calificados por la moderna semántica de “emprendedores”) podían tomar nota algunos Alcaldes para tratar de facilitar los aprovechamientos en los montes comunales. Resulta imprescindible paralizar la despoblación de los pueblos, resulta necesario que los vecinos alimenten su fiel arraigo con unas mínimas ventajas y rentas que provengan de las tierras. Resulta urgente, en estas épocas de invierno y, ante un año en el que muchos no hemos podido ver la nieve ni el agua en nuestros campos, aprovechar estos días para iniciar las tareas de entresaca de los bosques, de limpieza de los cortafuegos, de saneamiento de los árboles… medidas para evitar que las chispas del verano enciendan las brasas del bosque.

Y de nuevo hay que mirar también a las Diputaciones. Esas Administraciones públicas que están en el punto de atención de algunos políticos, quienes pretenden con su supresión poner un escueto parche ante otros grandes agujeros del despilfarro público. Muchas Diputaciones mantienen la titularidad de montes de utilidad pública y, por ello, podrían insistir en los planes de cuidado y repoblación.

Ante tanta conferencia que afronta la lucha contra el cambio climático, ante tanta jornada ambiental, ante tanta promesa electoral sobre el cuidado del medio-ambiente, ante tanto eslogan y pegatina verde, deberían las Administraciones, Ayuntamientos, Diputaciones y Comunidades autónomas, cada una en su propio ámbito, promover campañas de repoblaciones forestales para incrementar la masa verde y así realmente los eslóganes tuvieran alguna muestra tangible. ¿Por qué no fijar que un porcentaje del presupuesto público se destine a la repoblación? Pero una repoblación sostenida. Y me permito contar un caso real del que fui testigo. Hace años presencié cómo en un monte de mi Municipio, la Junta de Castilla y León propició una repoblación. Contrató a una empresa para plantar liliputienses ejemplares en noventa hectáreas. En unos días concluyó el trabajo y ahí quedó. Abandonado. Sin que nadie lo cuidara o sostuviera. Hoy ese monte sigue abandonado. Secas las pocas plantas que se ven.

En fin, hay que “echarse al monte” pero con medidas sensatas y eficaces.

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